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Sera o no Sera

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Para que un club salga de una inercia negativa y pase de rozar la desaparición a jugar unas semifinales europeas por primera vez en su historia tienen que pasar muchas cosas que impliquen a muchos protagonistas diferentes. Y en lo relativo al RC Celta de Vigo esto resulta paradigmático. Carlos Mouriño, Miguel Torrecilla, Eusebio Sacristán, Paco Herrera, Luis Enrique, Berizzo, Borja Oubiña, Hugo Mallo, Augusto Fernández, Krohn-Dehli, Fabián Orellana, Nolito… La lista de responsables que, cada uno con una importancia diferente pero a la vez con una repercusión global, han contribuido a que el Celta se plante hoy en el mítico Old Trafford es tan larga como justa.
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Sin embargo, únicamente hay un nombre que hace posible que hoy el Celta, además de vivir un día histórico, pueda salir con una victoria de Manchester. Un nombre que a su vez es el gran culpable de que este proyecto haya resultado tan bonito -y efectivo- en la práctica como lo era en la teoría. Porque ha sido Iago Aspasquien ha dado sentido, tiempo y recorrido a las buenas intenciones y al magnífico trabajo de todos sus compañeros. Sin alguno de los anteriormente citados, este proceso tan largo y delicado hubiera resultado más complicado. Incluso improbable. No hay duda. Pero es que sin Iago Aspas, directamente, hubiera sido imposible.

El de Moaña es el protagonista que conecta al resto. El que liga la idea de club del presidente con las bases de Eusebio, el refuerzo de Herrera y el salto de Berizzo. El que propicia que los jugadores que han ido llegando pudieran encontrar un contexto táctico propicio para brillar, pues al final ha sido Iago el que iba cambiando de rol para adaptarse a las necesidades del equipo. El futbolista, en definitiva, que explica punto por punto la historia moderna del Celta, incluyendo su saneamiento económico. Sus goles salvadores ante el Alavés en 2009, su increíble eficacia goleadora en la temporada del ascenso, su jugada ante el RCD Espanyol en 2013 antes de marcharse a Liverpool, su evolución a jugador franquicia en la era Berizzo… La carrera del ídolo celeste está plagada de momentos, imágenes y recuerdos trascendentales que le convierten ya de facto en uno de los jugadores más importantes de su historia -por ser prudentes-, pero por encima de eso está la inevitable sensación de que todo lo logrado ha sido posible porque Iago lo creyó primero.
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Esto es algo que se ha podido comprobar esta temporada. Porque el año del Celta tiene un análisis complicado. A pesar de haber alcanzado las semifinales en Copa y en Europa League, el nivel del equipo de Eduardo Berizzo ha distado bastante del de años pasados. Las bajas de Nolito y Orellana, unidas a las anteriores de Augusto y Krohn-Dehli, son una merma de calidad tan notable como uno pueda imaginar. Y ha pesado. Mucho. Eduardo Berizzo decidió matizar su estilo, adaptarse a lo que tenía y potenciar a otras piezas diferentes, caso de Nemanja Radoja o Daniel Wass, pero al final la solución más eficaz ante este grave problema la ha ofrecido el de siempre. Porque el fútbol es de los futbolistas, y eso es algo que el Toto entiende a la perfección. De ahí que Iago este año haya contado con una libertad absoluta para hacer y deshacer a su antojo, lo cual, unido a la convicción del grupo que él ha ayudado a mantener, le ha servido al Celta de Berizzo para llegar hasta aquí.


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